“Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso cesa la contienda”
Proverbios 26:20
Hace un tiempo atrás aquí en Argentina y otras partes del mundo, estaba vigente un programa televisivo llamado “Gran Hermano” en donde un grupo de personas convivían un determinado tiempo y era el ganador quien llegaba a completar todo el certamen sin ser eliminado por sus compañeros. En la actualidad, también encendemos la televisión y nos encontramos con los denominados programas de espectáculos y tanto en el primero que mencionábamos como en estos últimos, lo que sobresale es esa tendencia a opinar sobre otras personas sin tener escrúpulos. Todas opinan, todos comentan, todos tienen algo para decir del otro, sin importar la conducta de sí mismos.
Esto lo menciono, porque en la vida cristiana, y en la vida social dentro de una Iglesia, muchas veces tendemos a transformarnos en panelistas de un programa de espectáculos y empezamos a opinar y a comentar acerca de los demás. “¡Viste lo que se puso el domingo!” Se suele escuchar. “¡Si fuera yo esto se hubiera solucionado hace rato!” “¡Para mí lo que tiene que hacer es...!
Los problemas surgen, porque la mayoría de las veces, no estamos dispuestos a ayudar. No nos interesa acercarnos y ayudar a enfrentar determinada situación. Lo que nos importa es estar en lo último de la novedad.
En este día, hagamos el compromiso de no ser más instrumentos para que un incendio se desate en nuestra vida familiar como Iglesia. Ocupémonos de trabajar en nuestros propios errores para luego poder ser de bendición a mi hermano ayudándolo con sus luchas.
Dice la Biblia en Santiago 3:5. “…la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡Cuán grande bosque enciende un pequeños fuego!” Y también agrega en 3:9. “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.”
Pongamos freno a esta parte de nuestro cuerpo que muchas veces no tiene control. Pensemos antes de usarla. Y sobre todo que sea un instrumento de BENDICION.
Recuerde, bendecir es hablar bien de. Y maldecir es lo contrario, hablar mal de.
Que nos podamos caracterizar por ser personas de bien.
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