En esta reflexión quiero
remarcar una vez más la importancia de ser una Iglesia que viva en comunión.
Cuando era adolescente hice
una selección de versos del “Martin Fierro” del escritor José Hernández, los
comparé con versículos y principios bíblicos y salvando la distancia encontré varias
similitudes.
Hay una estrofa que
pertenece a los “Consejos de Martin Fierro” que dice lo siguiente:
“Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean,
los devoran los de ajuera.”
porque ésa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean,
los devoran los de ajuera.”
Cuando escucho estos versos, no puedo
dejar de pensar en las Palabras de Jesucristo cuando en su Oración en Getsemaní
pedía y oraba por la Iglesia para que seamos uno (Juan 17).
Hoy es sumamente necesario que luchemos
por permanecer unidos y en un mismo espíritu. Pablo escribe en su carta a los
Efesios:
“Yo pues, preso en el Señor,
os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con
toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en
amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como
fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un
Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos,
el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.”
Efesios 4:1-6
En un pueblo que dice ser redimido por
la sangre del Cordero, en una comunidad de quienes se llaman hijos de Dios, no
pueden faltar estas cosas que Pablo menciona. Humildad, mansedumbre, soportar
con paciencia, amor, guardar la paz.
Cada una de estas acciones nos va a
ayudar a poder trabajar por la unidad dentro del cuerpo de Cristo. Y cuando
fallamos y/o nos fallan es cuando debemos aplicar el perdón como lo recordamos últimamente.
Muchas veces descuidamos la importancia
de guardar estas cosas y no nos damos cuenta que al no trabajar por ser un
pueblo unido corremos el riesgo de quedar expuestos a las asechanzas del
maligno (1 Pedro 5:8). No cometamos el error de quedarnos solos con tal de no
querer incorporar a nuestra vida estos hábitos y disciplinas que nos ayudaran a
la unidad. Hoy es necesario hacer nuestra este tipo de conducta tal como Pablo
nos insta. Y no esperemos a que el que está a nuestro lado sea el primero en
aplicarlo para luego yo decir ahora si me acerco a mi hermano, por lo contrario
empecemos por nuestra vida sin esperar que otros cambien para luego cambiar.
Cuando esperamos que otro cambie primero, lo que sucede es que nadie cambia,
pero si todos tenemos la iniciativa de cambiar nuestro trato hacia los demás independientemente
de lo que los demás hagan, ahí si se comienzan a respirar los cambios.
Hoy te animo a que sigamos trabajando
por un pueblo unido que viva la comunión y la unidad por la que Cristo oraba.
Aquí te dejo una canción viejita que nos recuerda vivir en unidad.
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