A mitad de Semana - Arroja tu corona


Estamos en proceso de conocer y/o recordar algunas disciplinas comunitarias como Iglesia que nos ayudan a vivir una espiritualidad ferviente. La primera de estas es la Adoración.

No debemos olvidar nunca que uno de los propósitos por los cuales Dios nos ha creado es para la alabanza de su gloria (Ef. 1:6), o sea para adorar.

Este fin de semana estuvimos viendo que adorar también es sacrificar aquello que nos ha robado toda la atención para volver a poner la mirada en Dios quien es el dador de todas las cosas.
 
(Abajo te dejo el video de la predicación de este último domingo)

Hoy quiero compartir con ustedes un principio también relacionado con la adoración a Dios. La Biblia nos relata en el libro de Apocalipsis una visión que tuvo el Apóstol Juan y que nos puede ilustrar la actitud que tiene que estar presente en nuestros corazones al momento de adorar.

Entonces, mientras miraba, vi una puerta abierta en el cielo, y la misma voz que había escuchado antes me habló como un toque de trompeta. La voz dijo: «Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto». Y al instante, yo estaba en el Espíritu y vi un trono en el cielo y a alguien sentado en él. El que estaba sentado en el trono brillaba como piedras preciosas: como el jaspe y la cornalina. El brillo de una esmeralda rodeaba el trono como un arco iris. Lo rodeaban veinticuatro tronos en los cuales estaban sentados veinticuatro ancianos. Todos vestían de blanco y tenían una corona de oro sobre la cabeza. Del trono salían relámpagos y estruendo de truenos. Delante del trono había siete antorchas con llamas encendidas; esto es el Espíritu de Dios de siete aspectos. Delante del trono también había un mar de vidrio brillante, reluciente como el cristal. En el centro y alrededor del trono había cuatro seres vivientes, cada uno cubierto de ojos por delante y por detrás. El primero de esos seres vivientes era semejante a un león, el segundo era como un buey, el tercero tenía cara humana, y el cuarto era como un águila en vuelo. Cada uno de los seres vivientes tenía seis alas, y las alas estaban totalmente cubiertas de ojos por dentro y por fuera. Día tras día y noche tras noche repiten continuamente: «Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que siempre fue, que es, y que aún está por venir». Cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y gracias al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre) los veinticuatro ancianos se postran y adoran al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre), y ponen sus coronas delante del trono, diciendo: «Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios, de recibir gloria y honor y poder. Pues tú creaste todas las cosas, y existen porque tú las creaste según tu voluntad».”
Apocalipsis 4:1-11 Nueva Traducción Viviente

Siempre llamaron mi atención algunos detalles de este relato. Allí nos dice que en esta visión celestial hay adoración constante. No se interrumpe el canto de los seres vivientes que adoran a Dios. Pero además entran en escena unos ancianos que poseen coronas sobre sus cabezas. Creo a mí entender que las coronas son méritos, son títulos, son virtudes, lo que lleva a ser reconocidos con esa corona. Pero para ellos el fin de la misma es ser puesta delante del trono mientras se postran en adoración.

Sobre nuestra vida también hay cosas de las cuales podemos sentirnos orgullosos. Coronas que hemos obtenido con esfuerzo, talentos que nos destacan, virtudes, etc. Pero debemos saber qué hacer con esta corona que cada uno poseemos.

Esa corona puede ser importante para otros pero delante del Rey solo sirve para ser arrojada delante suyo reconociendo que no somos nada sin Él. Delante de Dios no nos podemos jactar, no podemos poner la atención en nuestra persona, como aquel fariseo que oraba contando a Dios sus capacidades (Lucas 18:9-14). Si no, que delante del trono, nuestra actitud debe ser postrarnos y decir:Esta corona no me pertenece, es tuya Señor”.

Lo interesante también es que esta acción la realizan los ancianos constantemente. Esto nos quiere decir, que en nuestra vida debe estar también esta actitud de humildad en donde constantemente dejamos de brillar para que sea la persona del Señor la que se pueda ver.

Hoy te animo a que juntos nos sumemos a la adoración celestial y también nos postremos delante del trono entregándole a Dios nuestras coronas reconociendo que sin Él no seríamos nada.


Predicación 23/02/2014 - IEC San Justo - Gabriela Facio






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